jueves, 29 de octubre de 2015

Taller sobre la novela "De Raposas y de Lobos"


 

TALLER CRÍTICO SOBRE


 


DE RAPOSAS Y DE LOBOS


 

Por: ROBERTO  J. LOVERA DE-SOLA

 

Hay diversas maneras de abordar la nueva novela, la tercera de Antonieta Madrid,  De Raposas y de lobos (Caracas: Alfaguara, 2001. 335 p.).  Y esa  primera perspectiva que debemos fijar podemos hacerla  a partir de unas notas manuscritas que sobre la misma redactó su autora, crítica de practicante, como diría T.S. Elliot. Según esto, con lo cual coincidimos, De raposas... es un libro  en movimiento: un ámbito en donde aparece un  espacio narrado  en el cual se hacen presentes las diversas historias imbricadas, cambiantes, entre cuyas paredes se desarrolla la trama imaginativa que ella nos ofrece en esta bella novela en la cual nos propone la salvación, la curación personal, por el amor (p. 309). Y lo que es su esencia, el hecho contrario, la lucha contra lo falso porque “lobos y raposas están hechos de la misma pasta” (p.96).

De Raposas... está construida sobre una estructura peculiar, de alguna forma se espiga a partir de lo ofrecido en su segunda novela Ojo de pez (Caracas: Planeta, 1990. 182 p.). Por ello aquí otra vez todo se nos cuenta  en forma abierta y cambiante, lo cual conduce a la formulación, a la proposición de una nueva escritura que para nosotros es posmoderna, por su uso constante de la fragmentación y del texto suelto. Por su constante referencia al tiempo en que vivimos: días de incertidumbre, de perplejidad (p. 282).

La novela, escrita a través de una serie de  estratos, es de alguna manera un palimpsesto, como en él detrás de  una pintura  hay otra, aquí detrás de la escritura que leemos yace otra redacción que debemos comprender para entender la esencia de este volumen.

Y es por ello que esta novela, dentro de sus entrañas, nos ofrece su propia crítica, quizá su autocrítica, a través de cuyas anécdotas verosímiles podemos percibir la realidad toda de nuestros días. Y aquí es donde entramos en su esencia más honda. La mayor parte de De raposas... sucede en una clínica psiquiátrica pero su autora  nos propone una interrogante: ¿se curan las personas con los métodos habituales de la psicología, o más bien son sometidos a una honda manipulación psíquica y afectiva que los convierte, no en seres sanos sino en locos amaestrados? Esta es quizá la gran pregunta que la autora formula  a través de los  vericuetos que pasamos cuando nos hundimos en su lectura y nos dejamos llevar por las mil interrogantes que la ficción nos hace.

Antonieta Madrid anota en sus apuntes que usa el efecto del espejo y del caleidoscopio a lo largo de su invención. Y esto es evidente cuando nos damos cuenta de que la protagonista es a la vez dos personas: Fulvia, ser que redacta la novela  (p.294) y Mónica que es la persona real. Así coexisten aquí, otra vez en la narrativa de esta autora, dos novelas situadas dentro del gran espacio que es la novela que tenemos en las manos al leerla. Estas dos novelas son El cuaderno de Fulvia Fénix, las páginas íntimas y El rollo de Afrodisia que nos cuenta lo que sucede en el mundo real. Así también el volumen tiene varias caras formadas por ámbitos distintos: el lugar de lo real y aquellos textos, llamémoslo así, en los cuales predomina lo que es complementario y pueden ser considerados periféricos.

Es también por estas razones que el tiempo de la narración no es el real sino el psicológico, el que vivimos, el que viven los personajes, el que les influye por sus peculiares cualidades, el cual es a la vez circular, que nos atrapa y nos deja para volvernos a tomar (p.272). Ya hemos señalado que en su novela Antonieta Madrid nos propone la curación por el amor y esto mirado  a través del replanteamiento del mito de “Eros y Psique”, y en algún momento por medio de “Danae”, la “embarazada por el viento” del mundo antiguo, de una canción de Cecilia Todd, de una bella prosa de Denzil Romero en su Lugar de crónicas.  Porque ahora, como dice Milan Kundera en un pasaje de El libro de la risa y el olvido, sólo tenemos  nuestras voces interiores, Itaca está dentro de nosotros mismos. Así lo encontramos también aquí (p.151). Y como es lógico aquí todo “fue un sueño y nada más que un sueño” (p. 35). Es decir que estamos en el espacio de la imaginación, de la ficción, de la invención.

Pero sin duda lo que más nos llama la atención es la constante experimentación a la cual la autora sometió los textos de su obra, la parodia, la intertextualidad (p.215), los rasgos de humor y el uso constante de la mezcla, lo “centelleante, lo intermitente, la ambigüedad” (p. 44), el azar (p. 56), los fragmentos con los cuales está formado el volumen a todo lo largo de su extensión (p. 105). “Sí a la copia, al simulacro, al ensamblaje, al bricolaje y al pastiche... sí al ludismo” (p.96) leemos.

Pero también apela a la escritura del cuerpo (pp. 32, 67, 152), a la sensualidad del renglón creado. Hemos dicho que consideramos a este libro como una obra post moderna, y no creemos que sea casual, miren el colofón, que sea la primera novela venezolana editada en el siglo XXI. Y este libro es post moderno por lo que hemos anotado antes y por  la fragmentación  que hemos encontrado en él, por ofrecernos una muestra de nuestra incertidumbre colectiva, por el collage evidente en él, “por el melange de estilos y productos que se disgregan en una confusión caleidoscópica” como dice el profesor inglés David Lyon de la época en que vimos en su preciso libro Postmodernidad  (Madrid: Alianza Editorial, 1996, p. 126). De raposas... es también  posmoderno por el desamparo en el cual hallamos a sus criaturas, por la autosatisfacción, la búsqueda de una ética de la secularidad, por la experiencia de crisis, por la presencia de la desesperanza, como en la película de Blade Runner,  por la falta de perspectivas, el desastre ecológico, “el pánico moral a raíz del SIDA” (p. 130) que vivimos, por la imposibilidad de toda redención que todos sentimos, por el caos aceptado, por el papel actual del intelectual quien es ahora sólo un intérprete (a lo cual alude en el último párrafo de la p. 135), porque “hay que abandonar la nostalgia por lo fijo, estable y permanente” (p. 136), porque vivimos la globalización como meta, tenemos al Centro Comercial como  lugar en donde estar. Pero también debemos saber, dice Lyon, “el concepto de postmodernidad representa una valiosa problemática que nos alerta sobre cuestiones clave relativas a los cambios sociales  contemporáneos... lo social y lo cultural son inseparables... el debate sobre la modernidad como fenómeno estimula una revaluación de la modernidad como  fenómeno sociocultural... el debate postmoderno nos obliga a formar  juicios... sobre la propia modernidad... las riendas del futuro no están en manos de nadie... (hay) que dejar espacio a la visión de una nueva tierra renovada” (pp. 149-152) en donde habite el amor al otro y una ética responsable.

Esa es la posmodernidad que quizá comenzó el 15 de junio de 1972 (p.107) o el 6 de agosto de 1945 como se lee en este libro (p. 135), la que tiene a Los Angeles como su ciudad no ya a Nueva York, la urbe de la modernidad  (junto a París). La que ha revaluado hasta el sentido de lo religioso porque tiene como obras fundamentales, en este terreno, las críticas al  Cristianismo y al Islam en La última tentación de Cristo de Scorsese (sobre el texto del griego Nikos Kazantzakis) que es, así no lo quieran los creyentes, una obra cristiana y en Los versos satánicos, que no son ni versos ni satánicos, de Salman Rushdie.

Y en todo esto nos incita a meditar otra vez, Antonieta Madrid, en las páginas de su libro, escrito con tanta belleza, soltura y hasta ternura, que estamos poniendo en las manos de ustedes esta noche...

 

Roberto J. Lovera De-Sola.

(Leído en el News Café, en Caracas,

la noche del 10 de mayo de 2001).

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